Esta noche es Halloween y mañana el Día de todos los santos, así que no puede haber mejor
ocasión para hablar de un difunto y convertirle en protagonista de una historia. En este caso, una anécdota que vuelve a confirmar la extraordinaria capacidad de las redes para poner en
contacto a personas y, a partir de ahí, propiciar momentos emocionantes, incluso mágicos.
Porque
no lo olvidemos, las tecnologías de la información solo son importantes en la
medida en la que abren nuevas oportunidades para la satisfacción de los anhelos
humanos. Cuando no es así, el avance tecnológico es inútil cachivache, a lo
sumo simple atrezo en una absurda teatralización del progreso.
Una vez más, el origen de un suceso digital se inició en el mundo analógico. Fue en el añejo papel de
periódico de ese diario tan tradicional que es el ABC, y en una de las secciones
de mayor solera: la dedicada a las esquelas. Allí me encontré con este
sorprendente texto que me pareció de interés para compartir en twitter, con una
leve referencia a una cuestión que me preocupa, como es el fin de la prensa de
papel.
Durante la jornada, este tuit se
compartió en la redes hasta que, ya de noche, cuando lo había olvidado, recibí este
mensaje de la hija del difunto.
Y luego éste otro.
No sé qué os parece a vosotros pero
a mí me emocionó, y así lo dije.
El caso es que esta pequeña historia vuelve
a responder a las dudas que me asaltan de vez en cuando sobre la utilidad de mi
presencia en redes. Aunque solo sea por la posibilidad de experimentar estos
momentos tan especiales, creo que merece la pena. Porque las personas, en redes o
no, merecemos la pena.
Sirva este texto como homenaje a
Miguel Ángel Morata Galarza que dejó aquí el amor de los suyos y se llevó a la
tumba la receta de la… ¿paella de escabeche?
El ingenio humano no tiene límites.