Con el tiempo me he dado
cuenta de que sigo más a periodistas que a cabeceras. En el ámbito profesional
sé quién escribe historias que me pueden interesar y leo sus artículos sin, a
menudo, abrir ninguna página más.
En lo personal el espectro de
intereses es mucho mayor, y quizás ahí sí me interese una información más
variada, que me permita hacerme una idea más certera del entorno en el que
vivo. Análisis y reportajes que ofrezcan ciertas coordenadas para encontrar
alguna salida al laberinto en el que nos hallamos.
La tensión entre lo
profesional y lo particular, lo especializado y lo general, quizás lo efímero y
lo permanente, ya marcan distintos contenidos, soportes y tecnologías. La
distinción entre lo digital y lo analógico parece que puede ser la solución a
estos conflictos.
Pero el caso es que, cuando
pienso en la prensa, lo hago en genérico, sin apenas pensar en cabeceras. Esto
es, no me importa tanto el nombre que aparece encabezando la portada como quién
firme el artículo, trabaje donde trabaje.
A menudo pienso que me
gustaría editar mi propio medio utilizando herramientas de agregación de
contenidos, accesibles a través de soportes digitales, para revisar cada mañana
a mis periodistas de cabecera, escriban donde escriban.
¿Y pagaría por ello?. La
respuesta es sí, y por un precio similar a lo que cuesta un –sólo uno- periódico
en el quiosco. Pero la siguiente pregunta quizá sea más complicada: ¿A quién
pagaría?: ¿Al periodista?, ¿al medio?, ¿a una plataforma común desarrollada por
grupos editoriales que “representara” a periodistas de distintos medios?.¿Una especie de Spotify de artículos periodísticos?
Quizás sea ya el momento de
que los distintos grupos, que ya han planteado iniciativas comunes en el mundo
digital relacionadas con el auge de nuevas plataformas de acceso a la
información, lleven su colaboración un poco más allá.
El valor de estos grupos se
corresponde con el valor que aportan sus periodistas y, por tanto, éstos deben
ser los que protagonicen el futuro –si lo hay- de las empresas periodísticas. El
modelo de negocio del futuro es, pues, el mismo que fue en el pasado: la
información de calidad elaborada por profesionales capacitados para ello.
Imaginemos que una mañana
enciendo mi tablet y entro en mi agregador de contenidos en el que me encuentro
con los periodistas que me interesan en un medio editado a mi medida.
Profesionales que podrían cobrar en función de las visitas o descargas de sus
informaciones, compartiendo ingresos con la plataforma común de empresas
editoriales.