lunes, 21 de mayo de 2012

Un lector ante la crisis de la prensa (II): El dilema del vegetariano


El periodismo ciudadano y la socialización de los contenidos ya se han incorporado a los medios y, en el balance de resultados, no parece que este fenómeno haya mejorado mucho sus perspectivas de futuro.

Las redes se muestran como una gran caja de resonancia pero, de momento, los medios no dan con la tecla de su monetización a pesar de constituirse en los principales nodos que agrupan las conversaciones en la plaza digital. Una plaza en las que una multitud comparte botellas de cerveza sin decidirse a entrar en cualquiera de los bares que la rodean y pagar por degustar una caña bien servida.

Cuestión aparte es la de aquellos medios que incorporan lo social a sus redacciones como vía de ahorro, enmascarando esta intención bajo palabras como participación, conversación, inteligencia global, ciudadanía, etc. Puede ser que, con el tiempo, ese simpático amigo que han invitado a casa ocupe su sillón favorito y se adueñe del mando a distancia del televisor. Si ellos no pagan por la información, ¿cómo pretenden que otros lo hagan?.

El caso es que hay muchas mentes brillantes pensando en todo el mundo sobre este asunto y casi todas las semanas se celebran conferencias de expertos sobre “el futuro del periodismo” en las principales ciudades. Sería pues una delirante osadía intentar aportar grandes novedades a este debate intelectual, pero sí me gustaría hablar de lo que yo, como simple lector, pido hoy a la prensa.

Porque, más allá de otros condicionantes y con el permiso de analistas y gurús, creo que el futuro de la prensa depende de mí y de otros tantos que, como yo, consumimos sus productos.

Así, como lector habitual de periódicos, me da la sensación que éstos me ofrecen más de lo que yo quiero. Me explico: de cada periódico que cae en mis manos, sólo consumo tres o cuatro artículos y un par de noticias de cada una de las pocas secciones que me interesan

No obstante, en papel pago por todo el lote, sin discriminar. Es como si yo fuera vegetariano y, cada vez que comprara verduras, me obligaran a llevarme también filetes de ternera. Suena raro, ¿no?. De la misma forma, he de confesar que no me interesa el fútbol en absoluto y pago por unas páginas que no leo. Entiendo que esa páginas atraen lectores y publicidad, pero yo no vivo ni de los unos ni de la otra.