Informadores que podrían, incluso,
buscar patrocinios para sus labor, actividad comercial que no tendría por qué
poner en cuestión su independencia, ya que la publicidad no tendría por qué
estar relacionada con su especialización sino con el perfil de sus lectores.
En un momento caracterizado
por la excesiva influencia de los anunciantes en los contenidos informativos
debido los magros ingresos obtenidos en ventas directas a lectores, parece
peligroso profundizar en esta relación. Pero, al fin y al cabo, es lo que
llevan haciendo las empresas informativas desde sus inicios y, durante largos
periodos, ha funcionado.
Este modelo de
autofinanciación del periodista es habitual en los “freelance” y quizás se
podría convertir en el estándar profesional. Un modelo al que profesionales de
otros sectores ya han sido abocados por la explosión del uso de internet y la
percepción del “todo gratis” en la red. Pensemos por un momento en los cambios
que está experimentando la industria musical, muy similar en ciertos aspectos a
la informativa.
La clave aquí sería la
construcción, por parte del informador, de una sólida marca personal apoyada en
la calidad de la información. Rentabilidad unida a prestigio profesional,
protagonismo de la información de calidad ofrecida a públicos que la valoran y
que protegerían al informador de las tentaciones manipuladoras de sus
financiadores.