Han
pasado ya muchos años pero no olvido esta escena. En un soleado despacho,
distintas personas reunidas alrededor de una mesa abordamos una crisis de
comunicación corporativa. Después de una mañana contestando al teléfono
y repitiendo la fórmula “sin comentarios” a modo de mantra, la llamada de Reuters es la gota que colma
el vaso de mi paciencia.
"No
entiendo que estemos jugando al ratón y al gato con los periodistas, creo que
podemos responder algo”, digo. “¿Pero quién ha llamado?”, me preguntan. “¡Pues
todos los medios!. El último, Reuters”, contesto.
Alguien
me mira con aire reflexivo y, después de unos segundos de tenso silencio, sentencia: “Bueno, pues díselo a Reuters pero
que no se entere ningún medio más”.
Ese día comprendí lo duro que podría llegar a ser el trabajo de comunicador corporativo.