Son tiempos
muy duros para la profesión periodística, más vulnerable que nunca -en democracia, claro- a los
intentos de manipulación. Las cuentas no cuadran, los viejos modelos de
negocio no acaban de encontrar sustitutos rentables y, en los muros que
separaban la redacciones de los departamentos comerciales, se abren cada día
nuevas puertas.
En las empresas, ejecutivos de comunicación,
marketing y publicidad –también aquí las fronteras entre estas áreas se han tornado más borrosas- se frotan las manos imaginando
titulares pactados que, de tanto uso, han vaciado de contenido el concepto de
liderazgo. En el primer capítulo de mi libro, de reciente publicación, abordo
este asunto a través de un relato
de ficción con tono paródico.
Esta falta de independencia de los distintos
poderes, ha sido destacada en un estudio europeo
sobre la situación del periodismo, que se hace eco del informe
anual de la Asociación de la Prensa de Madrid.
Si cruzamos el Atlántico -pues esta situación
es global- estos días se ha desvelado una información que afecta a la editora de Sports Illustrated, que ha
despedido recientemente a 500 empleados. Según se afirma en Gawker.com
entre los factores a tener en cuenta para decidir los despidos figura el
beneficio que los anunciantes obtienen de los textos de cada redactor. La tabla
que, según parece, utilizan para calificar a sus periodistas es esta:
Por todo ello, hay que repetir una vez más lo que
debería ser obvio para cualquiera que se dedique a la comunicación y al
periodismo: un medio sin credibilidad no sirve para construir la credibilidad
de otros.
Ante cualquier tentación de manipulación, creo que anunciantes
y medios deben reflexionar sobre si los titulares halagüeños, y a menudo irrelevantes,
de hoy pueden dejarnos sin los titulares que, como empresas y también como
ciudadanos, necesitaremos mañana.