jueves, 14 de agosto de 2014

¡Albricias, este blog ya es influyente, quieren pagar por posts!

Resulta que un buen día recibo este correo en mi bandeja de entrada, en el que se me invita a publicar un texto en este blog a cambio de dinero.


Me decía Borja Adsuara en Twitter que el verdadero "prescriptor" es el que da su sincera opinión de algo y, si le pagan por ello, habrá dudas de que lo sea. Yo ni siquiera aspiro a ser prescriptor con lo cual no me vería afectado por esa limitación. Tampoco me atrevo a opinar sobre cómo se gana la vida el prójimo, y más en estos tiempos difíciles pero, mientras pueda, no quiero cocinar metanfetamina en este espacio. 

Agradezco el ofrecimiento de "patrocinio" porque eso significa que, gracias a sus lectores, este blog ha adquirido cierta relevancia que lo hace interesante para este tipo de campañas. Pero decliné la oferta porque yo escribo aquí para poner mis ideas en orden y, si se tercia, invitar a la reflexión de otros; para desahogarme sobre todo. 

Esa oferta es -y de ahí este post- una buena excusa para insistir en la necesidad de afilar nuestro sentido crítico hacia todo lo que leemos, también en internet. No sea que esa verdad incuestionable que pregona nuestro "influencer" de cabecera sea solo un reclamo comercial encubierto.  

Como decían en esa vieja serie de policías de los ochenta: "tengan cuidado ahí fuera".