martes, 10 de diciembre de 2013

Reputación digital para ser el friki de la fiesta



Abundan los que se sumergen con entusiasmo en las redes buscando algo en el mundo off line (trabajo, clientes, incluso sexo analógico…) y, cuando lo encuentran, abandonan o limitan su presencia digital porque, ¿para qué seguir exponiendo la mercancía en el escaparate cuando ya se ha vendido?.

Por el camino han acumulado followers, han impartido conferencias sobre gamificación o Big data, han escrito en sus blogs panegíricos dedicados a Facebook, Google + o Twitter..Todo ello con la esperanza de ser invitados a un programa de televisión –ese viejo electrodoméstico- para debatir, con gesto serio, sobre el conocimiento compartido en las redes, las revoluciones 2.0 y cosas así.  Se trata de dar forma a eso que se llama marca personal digital.

Pero solo en contados casos tanto esfuerzo se ve recompensado con el éxito, ya sea en la televisión, en forma de contrato con una editorial para publicar un libro de papel, una columna de opinión en un periódico, un nuevo cliente para la recién nacida agencia de marketing digital o un trabajo bien pagado como community manager –mejor, Director de estrategia de medios sociales- en una gran empresa.

El resto, la inmensa mayoría de ese 1% de usuarios que participa de forma intensiva en las redes, seguirá aportando contenidos gratuitos a plataformas de las multinacionales más guays con la humilde esperanza de que, en el próximo evento relacionado con el “social media”, algún gurú retuitee alguno de sus agudos comentarios para aumentar el número de followers.

Y puede que alguno lo consiga y eso contribuya a posicionarle como experto digital y creerá que eso justifica las muchas horas hurtadas a su vida analógica, quizás a su familia y amigos. Pero la realidad caerá sobre él como un cubo de agua fría cuando, en una evento profesional, entre copas de vino español y lonchas de jamón ibérico, un directivo sin presencia en la red pero con una saneada cuenta corriente  le espete, con gesto de suficiencia: “Ah, tú eres el tuitero”. Algo que ese directivo sabrá porque alguno de sus “chavales de las redes” se lo habrá contado en un pasillo.

Y entonces, nuestro perplejo devoto de las redes sociales entenderá para qué sirve, en el mundo real, su sólida reputación digital: para ser el friki de todas las fiestas, el tonto necesario en esa economía basada en gilipollas, que B.J. Mendelson describió como aquella en la que profesionales del marketing, medios de comunicación y demás empaquetan y venden charlatanería nociva para fomentar sus intereses.

O puede que las líneas anteriores hayan sido dictadas por el cinismo y la melancolía que distingue a mi vejez incipiente, que lo digital haya dejado de ser ese futuro que nunca llegaba y sea un hoy estimulante, fruto y simiente de innovación. ¿Quién sabe?. Yo, desde luego, no.

Finalizo este post con el texto que aparece en la contraportada de "La trampa de las redes sociales", la versión española del libro de B.J. Mendelson que ha servido como punto de partida a esta reflexión: "Twitter, Facebook y Youtube son sólo plataformas. No son ni buenas ni malas, ni útiles ni inútiles. Sin embargo, hemos permitido que algunos personajes avariciosos crearan un mito que dice que todo lo que necesitas es utilizar las redes sociales y así todos tus sueños se harán realidad. Mientras tanto, estos gurúes y sus compañías se llenan los bolsillos propagando el mito". Tengan cuidado ahí fuera, huyan de trileros 2.0 y aprovechen, con naturalidad y sentido común, todo lo bueno que aportan las redes.


Actualización: El Confidencial ha tenido a bien replicar este post con un título más llamativo, desde luego: "El Don Nadie de Twitter es necesario para mantener un modelo basado en gilipollas".