En el año 2009, formé parte del grupo de supuestos expertos en el ámbito digital convocado por el
Ministerio de Cultura para solicitar nuestra opinión, a título
individual, sobre la primera iniciativa legislativa que trató de acabar con la "piratería" en internet. Algunos medios no dieron en llamar “la
lista de Sinde”.
Algunos miembros de la llamada "Lista de Sinde" |
Este encuentro se celebró en un contexto de
oposición frontal de la ciudadanía a la llamada “Ley
Sinde”, de protesta
multitudinaria a través de las redes que plantó
la semilla para otros movimientos posteriores como el 15M.
Creo que la intención de todos los que acudimos a esa cita fue contribuir a generar un espacio de diálogo en el que fuera posible satisfacer la legítima aspiración de los creadores a vivir del fruto de su trabajo sin
comprometer las libertades de la ciudadanía conectada, sin erosionar los
cimientos de la llamada sociedad digital.
La perspectiva que da el tiempo, la inquietante evolución
de esa propuesta legislativa y ciertos acontecimientos posteriores me llevan a
pensar que fuimos unos ingenuos. Por lo menos yo sí lo fui.
Compromiso con la cultura
Este convencimiento
surge de la cerrazón mostrada por políticos
e industria cultural pero también del cinismo mostrado por ciudadanos que
siempre encuentran una excusa para no asumir ninguna responsabilidad sobre sus
actos, en este caso cuando descargan de manera gratuita un contenido por el que
podrían pagar. Y digo “podrían” y no "deberían" porque en muchas ocasiones la compra de una
canción, un libro o una película en internet es solo una cuestión de voluntad,
quizás de compromiso con esa cultura que tanto alabamos en redes sociales.
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Neelie Kroes |
En
general, sobre este asunto comparto la opinión
manifestada recientemente por Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión
Europea a cargo de la Agenda Digital y las telecomunicaciones, que culpa de la extensión
del uso de webs "de descargas ilegales" a la dificultad de acceso y al
precio. Ejemplo destacado de esta situación esquizofrénica de la industria
cultural fue el éxito del último capítulo de la serie Breaking Bad, que solo
pudo verse en España gracias a la piratería.
Sin embargo, esta coartada no sirve para
todos los casos, como bien me decía el escritor Lorenzo Silva a través de
twitter, mientras se lamentaba de que sus libros estuvieran disponibles de
manera gratuita en una web de descargas.
Pongo como ejemplo a este autor de éxito
porque siempre se
ha mostrado dispuesto a evolucionar con los tiempos, tratando de acercarse
a sus lectores para dar respuesta a sus demandas de digitalización y reducción
de precios, también de diálogo.
En mi opinión, y más allá de la
calidad de su obra, la actitud de creadores como Lorenzo Silva exige de los
consumidores culturales cierto nivel de compromiso y, por esa razón, yo mismo
colaboré en la edición, a través de la plataforma de crowdfunding Libros.com en la
edición de uno de sus trabajos. Porque creo que este trabajador debería
poder vivir del fruto de su esfuerzo, un fruto que es, a la vez, semilla para hacer
de nuestra sociedad un terreno más feraz para que brote la sensibilidad y el
conocimiento.
Y es que, a mi modo de ver, los leguleyos
han protagonizado en exceso un debate que es de los ciudadanos: el de la
responsabilidad individual de cada uno de nosotros en la construcción de un futuro
colectivo más allá de leyes mal paridas, erráticas decisiones políticas o intereses de una
industria que se resiste a cambiar para exprimir hasta las heces un modelo de
negocio que generó pingües beneficios en el pasado.
Políticos ejemplares..¿y ciudadanos?
Cuando hablamos de políticos siempre exigimos ejemplaridad y, en los casos de conductas inapropiadas, exigimos consecuencias más allá de que puedan ser tipificadas o no como delitos. ¿No deberíamos ser igual de
exigentes con nuestro comportamiento?. Quizás, al margen de los que pueda decir la legislación, antes de hacer “click” sobre un
enlace a la obra de un autor deberíamos reflexionar un momento sobre las implicaciones
de ese acto, que unas veces estará justificado y otras no.
Así entiendo la recomendación de la London School of Economics, cuando promueve un uso justo de los contenidos en internet por parte de los individuos, al mismo tiempo que señala que la piratería no es la causa de todos los males de la industria cultural.
Porque no nos engañemos: seguro que
no todos los miembros de la industria cultural hacen méritos para contar con
nuestro respeto y apoyo; pero tampoco creo que todos nosotros seamos
merecedores de sus obras.