“En España se medicaliza el fracaso”, dijo el
médico de familia Enrique Gavilán
en el programa
de Salvados TV dedicado a la industria farmacéutica. Y el caso es que lejos
de sorprender, esta afirmación se puede trasladar del armario donde guardamos el botiquín a otros ámbitos
que han hecho de la frustración un modelo económico de éxito boyante. Otra paradoja
más de estos tiempos confusos.
En las
listas de libros más vendidos abundan manuales de autoayuda, guías
espirituales, consejos para la transformación personal y profesional cuando no
física, sentencias de sabios orientales que vaya usted a saber si han existido
alguna vez..Líneas y líneas dedicadas a cómo superar las distintas crisis que
nos acechan en un proceso que yo llamo de “Miyaguización” del discurso.
¿Recuerdan?: “Dar cera,pulir cera”.
Las redes sociales y sus limitaciones de
caracteres se han convertido en terreno feraz para el aforismo trascendente y
motivador. En ellas, aprendices de Lao-Tsé o -lo más
habitual- el Pequeño
Saltamontes, nos transmiten sus mensajes llenos de positivismo e impulso
renovador.
Emprendimiento, reinvención, liderazgo, emoción, pasión..son
palabras que salpican el discurso de los que
nos exhortan a lanzarnos en pos de nuestros sueños, abandonando nuestro
aburrido modelo vital en el que, con frecuencia, la máxima prioridad se reduce
a dar de comer a nuestros hijos.
Pero hay que aspirar a más, como bien dice el
escritor Paolo Cohelo en su
cuenta de Twitter, seguida por 7,5 millones de personas en todo el mundo.
Y es que de eso se trata: de ser felices, y
enfrentarnos a las adversidades con la valiente actitud que convirtió al ya desaparecido
Randy Paush en un
fenómeno planetario a partir del vídeo de una de sus
conferencias, sobre cómo conseguir los sueños de la infancia, que ha sido
visto por casi 16 millones de personas.
Grandes gurús del optimismo, carne de las Ted Conferences, como Alex Rovira, que nos enseña cómo
“realizarnos” trabajándonos nuestra propia suerte, o Emilio Duró, nos dicen que nuestros
problemas se reducen a la falta de pasión. Lo demás son fruslerías.
Personalidades como el “psicodramatista”
argentino Jorge Bucay,
nos conducen en sus libros a “la plenitud del ser humano, porque el camino
hacia la realización personal es difícil y continuo». Mientras, otro ilustre
porteño como Alejandro
Jodorowsky, nos ofrece conjuros desde su cuenta de twitter (756.000 seguidores)
para expandir nuestra
felicidad. Para eso es “psicomago”.
Y por supuesto, Eduardo Punset, el gran Punset, que nos marca la ruta de nuestro viaje hacia el optimismo en uno de sus libros, todos ellos leídos y comprados por un multitudinario público deseoso de hallar clavos –aunque sean clavos ardiendo- a los que agarrarse para evitar ser arrastrados por esta sociedad en caída libre.
Por fortuna para un público ávido de alegria de
vivir, sus genes “buenrollistas” se han transmitido a su hija, Elsa
Punset, que nos enseña a “manejarnos con éxito en el universo de las
emociones”.
En fin, no sigo con esta ratahíla de maestros
de la motivación porque sólo hay que teclear en Google algo así como los “mejores
libros de autoayuda” para darse cuenta de que el logro de la felicidad es
sencillo, ya que apenas nos exige gastarnos un dinerillo en la sección de
novedades editoriales de nuestra gran superficie comercial favorita y dejar de
ser nosotros mismos y nuestras circunstancias.
Quizás, de estas dos condiciones, la última parezca la más complicada pero, teniendo en cuenta la crisis económica que padecemos y las previsiones de los expertos, no estoy tan seguro.
Quizás, de estas dos condiciones, la última parezca la más complicada pero, teniendo en cuenta la crisis económica que padecemos y las previsiones de los expertos, no estoy tan seguro.
Vaya, tanto mensaje esperanzador para terminar
este texto con una frase tan pesimista. Soy incorregible. Eso me pasa por leer
a Ramón
Muñoz y su libro “España, destino tercer Mundo”.
Para remontar el ánimo y
terminar a tope, os dejo con el grupo Multidimensión y su canción
“Reinventarme”, que viene al pelo.