Una vez más, a cuenta de la
entrega de los Premios Goya, algunos representantes de la industria
cinematográfica reciben críticas por sus comentarios
políticos. En distintos foros, se les afea la conducta, destacando las
contradicciones de personas que han alcanzado cierta fortuna a través de su
éxito profesional y que, a pesar de ello, siguen defendiendo intereses de una
clase trabajadora a la que, según sus críticos, no pertenecen.
Estos guardianes de pestilentes esencias acusan
a personajes como Javier Bardem –víctima habitual del pimpampum patrio- o,
ahora, Maribel
Verdú o Candela
Peña de demagogos, “progres de salón”, de izquierdismo impostado.
Progresista y perteneciente
al gremio de la cultura o, simplemente, culto: Dos características que, combinadas
para definir a una persona, la convierten en objetivo fácil para el dedo acusador que
pulsa la tecla “intro” tras escribir un tuit difamatorio, escupitera en la que
vierten sus oprobios bocas que se crispan ante el ejercicio ajeno de las
libertades.
Y da igual que alguno de estos
“progres culturetas de la ceja” sean orgullosos puntales de la llamada marca
España más allá de nuestras fronteras. O que, en otras latitudes, el progreso y
la cultura que representan sean características asociadas a la civilización, al desarrollo, al
bienestar común. Ya se sabe que “Spain is different”,
lema turístico del franquismo que, como tantas cosas de ese aciago período
histórico, aún se mantiene vivo. Exotismo carpetovetónico que, a buen seguro,
será muy apreciado por los futuros visitantes del complejo Eurovegas.
En fin, concluyo. Como creo que la mejor
respuesta a estos defensores
de la idiotez la dio Joan Manuel Serrat en una entrevista realizada en el
programa de Julia Otero, prefiero callar y ceder la palabra a ese viejo “progre”
que tanto ha hecho por la cultura y las libertades en éste y otros países. Os
recomiendo escuchar su contestación a la pregunta de un televidente a partir
del minuto 25:35 de este vídeo. Poco más se puede añadir.