Política:
9. f.
Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión,
con su voto, o de cualquier otro modo.
Idiota:
Del
griego ἰδιώτης,
idiōtēs, de ἴδιος, idios
(privado, uno mismo). Empezó usándose para un ciudadano privado y egoísta que
no se preocupaba de los asuntos públicos.
Hace días batí récords en lo que se
refiere a expulsiones de colectivos de representación ciudadana: me echaron de
una asociación vecinal recién constituida, antes de entrar en ella. Y todo
porque critiqué en su espacio virtual la falta de responsabilidad mostrada en un asunto local por los distintos partidos que han gobernado en la ciudad en la que vivo. Hablaba de decisiones políticas tomadas por políticos, y eso pareció poco constructivo ya que podía "generar tensiones entre vecinos".
Traigo a colación esta anécdota personal tan
intrascendente porque me parece que puede servir para retratar una forma de
ejercer la ciudadanía que no termino de entender.
Estamos llegando a un
punto en que la palabra "política", entendida ésta como participación activa en los asuntos públicos, se destierra de las conversaciones cotidianas, como si pronunciarla fuera síntoma de mal gusto.
Y así parece que debe discurrir nuestra vida como animales sociales: entre el "no nos representan" y el "yo de política no entiendo" de una ciudadanía que se autoexcluye de la toma de decisiones que afectan a la "res pública", así más res que nunca.
Pero ojo, porque de la desafección por la política y por (todos) los políticos al fascismo hay un camino muy corto, un hecho éste que se olvida -quiero pensar que es olvido- con frecuencia. Así, encaramados a sus tribunas, algunos líderes de opinión afirman que no es momento para que haga política la ciudadanía, a la que invitan a preocuparse sólo de trabajar y sacar el país adelante en estos tiempos tan difíciles. Como si ambas cosas no fueran compatibles, incluso necesariamente compatibles.
Y así parece que debe discurrir nuestra vida como animales sociales: entre el "no nos representan" y el "yo de política no entiendo" de una ciudadanía que se autoexcluye de la toma de decisiones que afectan a la "res pública", así más res que nunca.
Pero ojo, porque de la desafección por la política y por (todos) los políticos al fascismo hay un camino muy corto, un hecho éste que se olvida -quiero pensar que es olvido- con frecuencia. Así, encaramados a sus tribunas, algunos líderes de opinión afirman que no es momento para que haga política la ciudadanía, a la que invitan a preocuparse sólo de trabajar y sacar el país adelante en estos tiempos tan difíciles. Como si ambas cosas no fueran compatibles, incluso necesariamente compatibles.
La crisis no parece tener fondo y, en mi
opinión, los ciudadanos debemos asumir nuestra responsabilidad para, desde una actitud
crítica y constructiva, defender un modelo de sociedad democrática basado en los viejos
ideales europeos de libertad e igualdad como vertebradores del progreso.
Un modelo ideológico que, con sus
carencias y contradicciones, ha hecho que Europa sea, durante décadas, uno de los
escasos islotes de paz y prosperidad en un mundo azotado por la guerra y la
pobreza.
Y creo que esto supera cualquier tipo de reivindicación
política partidista para convertirse una cuestión de pura supervivencia. Porque
la triste realidad que nos rodea es mucho más que el punto más bajo de una
curva descendente en una gráfica tradicional de ciclos económicos. Así que, o
todos aportamos alguna línea al discurso que define el debate público, o éste desaparecerá.
Y el silencio es el entorno preferido por algunos para realizar prácticas de tiro.