Días atrás, el periodista Arcadi
Espada hizo referencia en
un artículo a una imaginativa acción publicitaria en Orbyt. En ella, una ballena –en
realidad la imagen de este animal utilizada como símbolo de unas tarifas de telefonía- se abría paso a través de una página del medio
digital. El anuncio sorprendió a los lectores que se
disponían a hacer la lectura habitual de las noticias en la pantalla de su
tablet.
Mas allá de razones que tienen que
ver con el entorno en el que trabajo, me gusta la imagen porque me remite al
reciente aniversario de la publicación de la novela Moby Dick de Herman Melville, texto que me fascina y que utilizaré como metáfora más adelante.
El caso es que reflexionaba el
periodista sobre la necesidad de que el lenguaje periodístico adoptara este
tipo de estrategias creativas, utilizándolas como un elemento narrativo más
para enganchar al lector en un entorno de sobreabundancia
informativa.
En esta época en la que todos los
actores de la red se dan codazos en el escenario digital para captar
la atención de un público que decide hacia dónde
dirigir los focos de un teatro en el que se representan distintas
obras simultáneamente, no parece que titular en caja alta y negrita sea
suficiente. Por mucho que se apliquen estrategias SEO más o menos
sutiles.
Y no es que falten ejemplos
de evolución de los medios hacia un nuevo
lenguaje más digital y social, pero parece que sus
esfuerzos se centran más en obligados
cambios de los modelos
de negocio que a la superación de la tradicional pirámide invertida en
el periodismo textual, en sus múltiples variantes y reencarnaciones
infográficas. Por eso, no parece descabellada esta reflexión de un periodista
que dirigió en su día un malogrado intento –otro más- de renovar el lenguaje
periodístico apelando al valor
del contenido.
Quizás apostar todo al contenido en
tiempos de lecturas diagonales en multipantallas no sea suficiente y haya que profundizar
aún más en la mezcla de lenguajes (publicitario e informativo, textual y
audiovisual, vertical y horizontal..) para hallar un nuevo idioma
que permita a los medios definir el futuro. Una nueva
gramática para confinar la incertidumbre líquida de
lo social digital en recipientes de certezas con lo que regar nuevas y feraces
parcelas de conocimiento.
Como el capitán Ahab, hoy la prensa
se enfrenta cara a cara con su destino en un desigual combate a decidir por
lectores que, en mi opinión, aún necesitan de brújulas y sextantes para hallar
el rumbo hacia el horizonte.
En la novela, su colosal enemigo arrastra a Ahab
hacia las profundidades junto a toda la tripulación del Pequod. Pero el joven
Ismael sobrevive, así que quizás haya esperanzas y algunos se puedan salvar
del torbellino que todo lo destroza. ¿Pero quiénes encontrarán el madero
salvador –en realidad un ataud- al que aferrarse y huir así del destino fatal?
¿Quién podrá decir, cuando el mar se
calme, aquello de “Llamadme Ismael..”?