miércoles, 24 de octubre de 2012

El coletazo de una ballena salpica el lenguaje periodístico


Días atrás, el periodista Arcadi Espada hizo referencia en un artículo a una imaginativa acción publicitaria en Orbyt. En ella, una ballena –en realidad la imagen de este animal utilizada como símbolo de unas tarifas de telefonía- se abría paso a través de una página del medio digital. El anuncio sorprendió a los lectores que se disponían a hacer la lectura habitual de las noticias en la pantalla de su tablet.

Mas allá de razones que tienen que ver con el entorno en el que trabajo, me gusta la imagen porque me remite al reciente aniversario de la publicación de la novela Moby Dick de Herman Melville, texto que me fascina y que utilizaré como metáfora más adelante.

El caso es que reflexionaba el periodista sobre la necesidad de que el lenguaje periodístico adoptara este tipo de estrategias creativas, utilizándolas como un elemento narrativo más para enganchar al lector en un entorno de sobreabundancia informativa.

En esta época en la que todos los actores de la red se dan codazos en el escenario digital para captar la atención de un público que decide hacia dónde dirigir los focos de un teatro en el que se representan distintas obras simultáneamente, no parece que titular en caja alta y negrita sea suficiente. Por mucho que se apliquen estrategias SEO más o menos sutiles.

Y no es que falten ejemplos de evolución de los medios hacia un nuevo lenguaje más digital y social, pero parece que sus esfuerzos se centran más en obligados cambios de los modelos de negocio que a la superación de la tradicional pirámide invertida en el periodismo textual, en sus múltiples variantes y reencarnaciones infográficas. Por eso, no parece descabellada esta reflexión de un periodista que dirigió en su día un malogrado intento –otro más- de renovar el lenguaje periodístico apelando al valor del contenido.

Quizás apostar todo al contenido en tiempos de lecturas diagonales en multipantallas  no sea suficiente y haya que profundizar aún más en la mezcla de lenguajes (publicitario e informativo, textual y audiovisual, vertical y horizontal..)  para hallar un nuevo idioma que  permita a los medios definir el futuro.  Una nueva gramática  para  confinar la incertidumbre líquida de lo social digital en recipientes de certezas con lo que regar nuevas y feraces parcelas de conocimiento.

Como el capitán Ahab, hoy la prensa se enfrenta cara a cara con su destino en un desigual combate a decidir por lectores que, en mi opinión, aún necesitan de brújulas y sextantes para hallar el rumbo hacia el horizonte. 

En la novela, su colosal enemigo arrastra a Ahab hacia las profundidades junto a toda la tripulación del Pequod. Pero el joven Ismael sobrevive, así que quizás haya esperanzas y algunos se puedan salvar del torbellino que todo lo destroza. ¿Pero quiénes encontrarán el madero salvador –en realidad un ataud- al que aferrarse y huir así del destino fatal?

¿Quién podrá decir, cuando el mar se calme, aquello de “Llamadme Ismael..”?