Algunos
de ustedes tacharán este post de demagógico y puede que tengan razón pero, qué
caramba, este es mi espacio personal así que me lo puedo permitir –David: “¿Puedo?”,
David: “Puedes”-. Pues allá vamos.
Andaba
yo leyendo la información sobre la
gran acogida que ha tenido el nuevo artefacto de Apple entre sus seguidores
y, por una de esas asociaciones extrañas de mi loca cabeza, busqué en Google qué
puede suceder en el planeta en los 60 minutos que han bastado para agotar el
producto en su periodo de reserva.
Y
llegué a esta
información, que refleja datos de Save the Children,
en apenas el tiempo que se tarda en teclear la palabra E-S-P-A-N-T-O en el Smartphone y compartirla con
el hashtag #solidaridadglobal o #enpiefamélicalegión
El
caso es que 300 niños mueren cada hora en
el mundo a causa del hambre. Niños como los suyos, querido lector; como los
míos, pero con mucha peor suerte…
En
fin, iba a seguir escribiendo palabras afligidas pero, de nuevo, mi cerebro
hace de las suyas y un concepto interrumpe mi borrosa línea de pensamiento: independentismo. Ésta ha sido la
palabra más repetida en las tertulias
de los últimos días y quizás por eso se haya colado en este texto sin
llamar a la puerta.
Ya
que ha entrado, que pase al salón y preguntémonos si esta invitada, la
independencia -así, en genérico- como exaltación de lo propio frente a la otredad, no estará en el
origen de buena parte de nuestros males. Quizás el ensimismamiento individual y
colectivo –también cierto autismo digital- nos esté arrastrando a todos hacia la
boca del monstruo.
Seré
raro, pero los anuncios de ese popular almacén de muebles desmembrados me causaban
una gran tristeza por su reivindicación de la república independiente de
la casa de cada cual. Mi padre fue ebanista y desconfío del “hágalo usted
mismo” cuando se trata de la cama en la que pretendo soñar cada noche. También
cuando se refiere a la construcción de una sociedad difícil de ajustar con sólo
una llave Allen.
Por
eso me declaro dependentista con
proyección geográfica planetaria e, incluso, universal y éstas son mis
razones:
- en el origen, antes de la Gran Explosión que dio lugar a todo lo que conocemos, todos fuimos uno, semilla del futuro que somos hoy y que ya es pasado.
- me creí eso de que “sólo no puedes, con amigos sí”.
- en el tiempo que hemos compartido en esta estancia de frágiles paredes construidas con palabras se nos ha muerto otro hijo.