miércoles, 29 de agosto de 2012

La viga en el ojo de nuestro avatar

Hace días escribí una entrada en este blog dedicada a los que denominé “Gurús de la nada”. Para mi sorpresa, este texto ha sido acogido con interés en Internet y sus visualizaciones en este humilde blog personal se cuentan por miles, siendo objeto de unos interesantes comentarios que os invito a leer. 

Además, la entrada ha sido compartida con profusión en las redes, donde participa de una sano movimiento crítico que ha hallado reflejo en la genial broma de Raúl Oliván en su juego del “Social Mierda” o post como éste de Carlos Molina.

Bueno, pues por seguir con la provocación, hoy voy a romper una lanza a favor de esos mismos gurús a los que criticaba. No, no creáis que he recibido alguna amenaza de bomba en mi muro de Facebook o que algún anónimo enfurecido me ha enviado este tweet: .

Nada de eso, lo que pasa es que no quiero ser una especie de gurú en chiquitín de los anti-gurús. Los debates siempre son complejos y mi post más popular pretendía ser una llamada de atención, un grito a la oreja del internauta amodorrado por cierta complacencia estéril, frecuente en las redes sociales.

Y nada más lejos de mis intenciones que generar complacencia a la inversa, así que doy por cumplido el primer objetivo y afronto la escalada hacia el siguiente campo base: la autocrítica como usuario de las redes sociales.

Nos lo tenemos merecido

Porque un gurú es lo que cada uno de nosotros consideramos como tal. Nadie pone una pistola en la cabeza a otra persona para que le siga en las redes sociales, digo yo.

Y si miles de internautas tomamos la decisión de seguir a alguien o asistir a su última conferencia –aunque sea la misma inútil conferencia de hace años- allá nosotros. De la misma forma que una sociedad tiene los políticos que se merece –ejem-, un follower sigue al gurú para el que está destinado.

Además, siendo sinceros, habrá que reconocer que la tenaz y oportunista insistencia de esos personajes también nos acerca a herramientas, técnicas, conceptos e, incluso, a genuinos expertos a los que, de otra forma, quizás no llegaríamos.

Porque tendemos a la pereza y seguimos buscando intermediarios en el mundo de la desintermediación, aunque sólo sea por tomar nota de sus referencias bibliográficas y evitarnos el trago de pensar o crear contenidos por nuestra cuenta y riesgo.

En mi caso, reconozco que los empujones de ciertos gurús facilitaron mis primeras inmersiones en el océano de lo digital. Quizás sin ellos hubiera permanecido más tiempo en la orilla, introduciendo apenas la punta del pie para comprobar la disuasoria temperatura de esta sociedad líquida. 

Y eso aunque su intención tuviera más que ver con la construcción de su marca personal y profesional que con compartir conocimiento valioso.  Pero, ¿es qué nuestro propio avatar no se convierte a menudo en un escaparate?. El silencio siempre es una opción, así que pensemos en cuál es nuestra motivación para abrir los labios.
 
Flores para la tumba de Dios

Creo que ya es tiempo de enfrentarnos a una nueva etapa en nuestro desarrollo digital, en la que tenemos que empezar a tomar las riendas de nuestro futuro. Y eso pasa por tomar decisiones a veces dolorosas, como hacer “unfollow” a alguno de nuestros antaño venerados profetas de la verdad social 2.0 o a sus apóstoles y exégetas. Hay que matar al padre, que diría Freud (es una metáfora, papá) y asumir que Dios ha muerto.

Toca aventar la multitud de contenidos que llegan a nuestro “timeline” para separar el trigo de la paja, la verdad de la impostura, el ruido de la información. Y también llega el momento de remangarnos la camisa, de sudar y equivocarnos, de aprender de nuestros errores, de aportar alguna línea a la historia del porvenir que ya asoma a nuestros monitores.

¿Y es eso lo que estamos haciendo? ¿Nuestra actitud es más constructiva que la de esos “gurús” que criticamos, suspirando al mismo por un RT suyo a nuestra última ocurrencia de 140 caracteres? No estoy seguro. Destapemos lo que pueda haber de vacío o incongruente en la actividad de otros, pero reflexionemos también sobre nuestra participación en las redes...

…y, ya que estamos, en la sociedad como ciudadanos

En mi texto anterior reclamaba un mayor compromiso de los “gurús”, de esos a los que hemos animado a autoproclamarse líderes de opinión digital, con la realidad social. Pero, ¿a cuántos de vosotros, los que aplaudisteis esta ocurrencia señalando la vacuidad en el discurso social de otros, os interesa en realidad ese compromiso?. 

Puede que seáis del tipo de persona que estampa su firma virtual a favor de una movilización que está teniendo lugar a una distancia de tres paradas de metro, sin plantearse la posibilidad de abandonar el cómodo sillón. O quizás hayáis compartido en redes una petición de ayuda para una causa solidaria con el único objetivo de mostraros solidarios a vuestra comunidad, colegas de un absurdo “buenrrollismo”. No sé, no os conozco.

El debate sobre el compromiso siempre es complejo porque, más allá de la personalidad de cada cual, en él influyen limitaciones y servidumbres y, cada vez más, el miedo a expresar opiniones que pueden aparecer en los resultados de una búsqueda en Google.
 
Pero creo que siempre hay cuestiones, más allá de las que nos ocupan en nuestra actividad diaria, sobre las que podemos aportar opiniones, incluso opiniones interesantes. Y existen espacios de libertad que debemos aprovechar para expresarlas en este tiempo tan necesitado de nuevas ideas.

Por eso digo yo que habrá que asumir algún día nuestra parte de responsabilidad en la construcción de un nuevo tiempo, aprendiendo de nuestras propias contradicciones individuales y colectivas, imposibles de evitar en este entorno de incertidumbre.

Y me parece que esa actitud debería manifestarse tanto en este entorno virtual como en esa calle que tanto mancha. O puede que no, vosotros veréis.

Monólogo de la película "El gran dictador", de Charles Chaplin

"Hemos aumentado la velocidad. Pero nos hemos encerrado nosotros mismos dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad".