El
que esto escribe se dedica a la comunicación desde la época en que se mandaban las
notas de prensa por fax, copia a copia (los faxes programables con múltiples
destinos eran un lujo aún), y se desconocía el resultado de cada acción hasta
que no amanecía un nuevo día.
Recuerdo
que, a la mañana siguiente del lanzamiento de un comunicado, me levantaba
temprano para adelantarme al director de una oficina bancaria con el que
competía por el único ejemplar de Expansión que vendía el quiosco de mi barrio.
Con el corazón en un puño, abría las páginas salmón del diario tratando de
hallar ese breve que justificaba unos honorarios siempre escasos.
“Oiga
usted, mire si le salimos rentables que si tradujera a espacio publicitario la
superficie ocupada en papel por esta información su gasto total hubiera sido
de…”. Este argumento se podía hacer todo lo complejo que se quisiera hasta
llegar al punto de sumar, no ya las informaciones completas dedicadas a una
empresa, sino las menciones a ella dentro de una información global del sector.
O sea, que si el artículo ocupaba un área de x centímetros y la mención a la
marca del cliente x/150, la cantidad a sumar era…Puf, ¿qué lío, no?.
Y
luego llegó internet y la dificultad para medir se hizo aún mayor: ¿asignamos a
cada información el valor de un banner?, ¿es lo mismo una información de
agencia reproducida en una web que una noticia redactada originalmente por un
medio?, ¿cuántas veces contabilizamos el teletipo de la agencia replicado en
distintos soportes?.
El resto del artículo, lo podéis leer en el blog de Estudio de Comunicación que ha tenido la gentileza de ofrecerme colaborar como primera firma invitada.